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viernes, 21 de junio de 2013

Ochenta y Siete Días.

Y ahora que te has marchado me he acostumbrado a odiar los domingos eso dice una de mis canciones favoritas; una de las canciones más  triste que se escribirán nunca.
Hoy hace exactamente ochenta y siete días que te marchaste, Ochenta y siete largos días y es que el tiempo es así de caprichoso, lo mismo de las agujas del reloj que parecen no girar.
La tristeza es uno de los sentimientos más extraños, puedes levantarte un día pensar que ya ha pasado lo peor, que a partir de entonces sólo pueden haber sonrisas y de repente por cualquier tontería todo vuelve a derrumbarse de nuevo, por cualquier tontería... que te devuelve todas las ilusiones de  aquellos problemas que creías superados y es lo mismo, a una lágrima la  acompañan otras diez y nueve.
He aprendido a odiar los domingos, sobre todo los domingos de invierno, debe ser  que mi felicidad se ha marchado de vacaciones y que soy incapaz de pensar en una historia en donde  no aparezcas tú. ¡Te echo de menos!.
Ochenta y Siete días, ochenta y siete días ya, y sigo esperando a que un día me  llames y que me digas que tú también me echas de menos... que vas a volver...
Larga es la espera de algo que sabes que no va a suceder, alguien me dijo que el  amor asfixia y si eso es verdad no hay nadie que pueda sobrevivir a él. Entonces ¿a dónde están los finales felices de los que hablaban los cuentos de hadas?, me  siento estafado!, que me devuelvan mi dinero, que me devuelvan mi felicidad, ¡que  me devuelvan mi vida!.
¿Te dije alguna vez que los cigarros sabían diferente luego de besarte? qué tontería, ¿no? ¿Se puede echar de menos ¿un sabor?, ¿un olor?, ¿tu olor?
A veces me pasa que voy por la calle y alguien lleva tu colonia, entonces cierro los ojos y me pongo súper melancólico y te hecho más de menos si es que eso se puede.
Me acuerdo el día en que me regalaste aquel cubo, aquel cubo de colores enredado entre sí  de tal forma que es casi imposible arreglarlo, dijiste algo así como que nuestra relación  era tan compleja como él; puede que por ello tardara tanto en mezclar sus colores en  desmontarlo, lo hice el día que te marchaste y me prometí a mí mismo que el día que consiguiera  montarlo significaría que al fin te habría olvidado, ahora te doy la razón; nuestra relación es tan fascinante como éste cubo, pero una vez desmontado ya nadie puede volver a montarlo!. Y cada vez que lo encuentras detrás de un libro viejo intentas una vez más solucionarlo le das vuelta  tratando de entender la lógica, pero no lo consigues...
Los domingos son una prueba de fuego, es el único día de la semana en que me levanto totalmente deprimido y cualquier excusa me parece buena para llamarte e incuso para presentarme en tu casa, tomar mi bici y pedalear lo más rápido que pueda y llamar a tu puerta, pero no lo hago, claro! a veces sobra decir que no se andar en bicicleta.
Ochenta y siete días y todavía no entiendo por qué los cuento, no se me ocurre nada más triste  pensar que un día me levante y lo primero que piense sea: "Hoy hace exactamente mil cuatrocientos  quince días que te marchaste..", debería dejar de hacerlo, seguramente tú ya no piensas en mí, seguramente no me echas de menos, seguramente sonríes todo el tiempo, seguramente...
Que ya sé que he malgastado mucho tiempo pensando en ti, que ya son ochenta y siete días y que  pasarán otros ochenta y siete más, que me voy a seguir acordado de ti todos los domingos por la mañana, que mi final feliz sólo puede ser contigo, que te estoy esperando; ¡que vengas!


 

domingo, 24 de febrero de 2013

14 de Febrero.


Ya lo había imaginado, mis manos terzas y ojos palpantes tocando el cielo mientras mi canción favorita era elegida por el reproductor, comiendo dulces a montón y que más da, sonriendo ante el recuerdo y la despreocupación.
"Una terraza única", le dije mientras me tomaba de la mano, la mano cotidiana del sueño siempre cotizado, y en el recorrido a un intenso momento de pareja, paso a paso me cuestiono como terminé aquí.
suspiré, al terminar la ronda de conquista entre labio y labio, tomé su mejilla y volví a suspirar cuando puso su mano sobre la mía.
Era San Valenín, que más podía desear además de tenerle a mi lado, y pasar largas horas jugando con su greñudo cabello y dejarse llevar por la inspiración que generaban nuestros corazones.
Jamás olvidaría aquella terraza donde la luna era mi mirada, y el romanticismo fueron sus sonrisas, que bello 14 de Febrero, a pesar de lo comercial que fuese, este día reconocí la existencia del amor puro... únicamente tomándole la mano...
Ya lo había imaginado, una y otra vez, sintiendo el dolor de un pensamiento que nos persigue día con día...
Gruñendo hacia mi corazón inútil, pasaron las semanas, los meses y los años mirando cómo, a la misma hora de cada día, ese pelmazo la raptaba, y la complacía, la mimaba y la quería, en especial esos días de San Valentín, que para mi, significaban una golpiza monumental hacia mi cuerpo y mente.
Sin embargo, el corazón del enamorado es inmortal, o mejor dicho, masoquista, pues sin importar cuanto quería olvidarme de ella, me resulta tan imposible, como tener que vivir sin respirar, y aguantar toda una vida el aliento.
Lágrimas y más lágrimas, fuente humana que nunca para, reclamos y más culpables, hoy ya nada me parece importante, ni glamoroso, más sin embargo, tenía más esperanza que el huérfano de la esquina a quien en todas navidades, le daba ropa y juguetes, pero ese no es el punto, simplemente... la extrañaba y la amaba más que a nada...
La siguiente canción de reproductor era la que menos deseaba, la que más me cambiaba y me lastimaba, recordándome mis fracasos amorosos y regañándome por estar ahora con un tipo más...
Demonios, recordé aquel día de despedida en la clase, él y sus rosas de papel, tocando una desafinada trova y declarándose estúpidamente enamorado... arruinándome el día y la vida desde entonces...
Otra vez me maldecía, por qué pensar en Andrés mientras le entrego mi amor a este chico modelo, y por qué el reproductor no dejaba de emitir la misma canción, y se me fueron las horas...
Otro 14 de Febrero, otra golpiza que marcaría records, moretones y cicratrices que no sanan... la miraba a ella desde una terraza bastante florida e intensa, con su globo de corazón gigante, sus rosas y y peluches provenientes de hipócrita sin corazón, a quién le tenía envidia, mucha envidia desde el rincón de la soledad.
Tomaba vino, me hacia sentir elegante y fresco, y ese día lo disfrute entre grito y grito durante horas, cantando, bailando, y dejando a mi cuerpo hacer lo que quiera.
En el interior, yo sabía que estaba en muy mal estado, necesitaba cambiar, ver a nuevas personas, hacer otras cosas, pero hoy en San Valentín, eso no me interesaba, es un día para concentir a mi desamor...
Un día tal ves, ojalá no en un 14 de febrero, ella me extrañe... y pueda volver a mirar el cielo, tranquilo de que no se irá...

Autor: Braulio Solano Valencia

jueves, 7 de febrero de 2013

Sentimientos Enfrascados.

Aquí me tienen despertando nuevamente en este mar de soledad en el que siempre he estado, sin saber por cuál es la razón , díganme, ¿qué es lo que hago mal!?, estoy hundido  en un mas de melancolía sin saber nadar.
Nadie me toma en cuenta, a nadie le interesa saber de mi, ¿y por qué importarles?, soy un asco de persona.
Cada día despierto con la intensión de no se como ayer, simplemente cambiar de plano, quiero marcharme de aquí, saltar y vivir, escapar de esta depresión, dejar de sufrir!, pasar del ayer, sonreír y hasta seguir caminando y tan sólo fluir, notar por una ves que puedo ser feliz, ver a mi familia y ver que nada cambia.
Poder tener UN sólo día feliz que desde hace años se han esfumado, quiero ser lo que no puedo conseguir ser, cada día me dan más ganas de dejarlo todo y no volver jamás. No sé qué hacer y tan sólo trato de entender qué es lo que estoy haciendo TAN MAL!, simplemente trato de ser feliz, pero mis intentos son fallidos, sólo quiero marcharme y no pensar más en esto pero todo me arrastra a este hoyo de soledad del que no he podido escapar.
Pero todo se acaba porque yo... yo me voy...